El taller de la E.N.E.T. N°1 "Japón" quedaba en San Miguel, en Mitre y Peluffo. Cerca de la chacra, cerca de la estación, frente a "Smock" y cerca de MaClub. Era viejo y despintado. Polvoriento.
Hace mucho que no paso por ahí.
De chico pasaba siempre. Iba a lo de mis tíos, y siempre quise entrar, pero era muy pendejo todavía. Vivía en la casa de mis viejos. No nos sobraba nada. Y a los 14 empecé a trabajar.
Ya yo sabía dibujar bien.
Nunca me interesó el futbol. Pero mi tío Carlos nos hizo a todos de Boca, en la época de Comas y del chino Tapia.
Por sorteo entre a la Japón. Usé camisa y corbata en las clases, y mameluco en el taller, durante mucho tiempo.
Se volvió mi segundo hogar.
Trabajar y estudiar al mismo tiempo es muy difícil! Pero no imposible.
Ahí te enseñaban a zafar, a hacerle caños a la miseria. Era un taller de batalla que te preparaba para lo peor. Para que no nos conformemos con "Boquita y ritmo tropical".
Pasé momentos maravillosos en ese taller. Eramos salvajes tratando de encajar en la sociedad.
Pero un día la secundaria, terminó.
La angustia del desarraigo otra vez.
A la vida! A hacerse cargo de la cara de uno...
Y acá estoy. Soy feliz hoy, pero no me olvido.
Algunos dicen que soy un forro. La verdad es que tengo muchos amigos muertos, eso tengo. Y no quiero perder a nadie más...
El edificio de la Japón está abandonado. "SE VENDE", reza un cartel.
El taller fue demolido, ahora hay unos negocios.
Pero si cierro los ojos, por suerte, todavía veo el sol de la tarde, entrando por las ventanas rotas, iluminando el polvo del sector matricería, entre los bancos de ajuste, del viejo taller de la Japón.
